Voy a contar mi historia, agosto 2019, 22:30 de la noche, 5 adultos y 4 niños. Hablando con los niños, les dijimos de ir a coger gamusinos, estaban emocionados!! Y empezamos a prepararnos, linternas, un saco( q en este caso será una bolsa de basura grande), un palo,(el encargado de llevarlo, fue mi padre) y listo!! Ya estamos preparados!! Vámonos!! Íbamos todos muy pendientes y mirando para todos los lados, yo llevaba mi móvil y fui grabando todo, nos metimos en pleno campo con muchos árboles, de repente dice mi cuñado...mirar!!mirar!! Aquí hay una meada de gamusinos...vamos!! Que tiene que estar cerca!! Los niños seguían emocionados. Ahí!!ahí!! Chillamos...y mi padre se puso a correr y zas zas empezó a dar palos contra el suelo..nos enseña mi padre el palo, y lo había partido por la mitad....yo en ese momento tuve que darle el móvil a mi hermana, me mee de la risa, pero me mee de verdad.Seguimos en busca de gamusinos después del ataque de risa, mirando hacia todos los lados, cuidado!!! Escucháis!!?? Ahí tiene q estar!! Y bordeamos un árbol, unos por un lado y otros por otro y pum!! Ahí ahí!!! Y mi padre otra vez con el palo zas zas, corriendo cogió una bolsa y le dijo a mi sobrino abre el saco, abre el saco!!! Enseguida cerró la bolsa y le dijo no lo mires,!!!no lo mires!!! Mi sobrino se asustó y empezó a chillar, volvió a coger el saco e iba con él hasta llegar a la casa, que antes de entrar, hicimos q hacíamos una foto para enseñarles como era, y les dijimos, que mejor dejarle suelto....y le soltamos y la imaginación de los niños, q hasta vieron cómo salió corriendo.....está historia contada no tiene nada que ver a como yo viví ese día, aún me pongo el vídeo para volverme a reír!! En definitiva una noche inolvidable!!!

LOS GAMMUS VIENEN A AYUDARNOS 1.- Introducción Una noche de acampada en casa, mi familia y yo oímos unos ruidos extraños y con la ayuda de una simple linterna fuimos a la aventura. 2.- Contacto Paseando por el patio a oscuras, muchas sombras extrañas se movían por delante de nuestra linterna, hasta que una… “¡AAAAAHHHHHH!”, nos dio un susto y se paró justo delante de nosotros. El ser tenía un cuerpo ovalado; el pelaje, suave y esponjoso, ¡le cubría entero! Tenía una cara amigable y simpática, ojos grandes y vivos y nos invitó a acercarnos. 3.- GAMMUS y su labor junto a nosotros Nuestro nuevo amigo empezó a contarnos quiénes eran y qué hacían cerca de nosotros, las personas. GAMMUS y sus Gammusinos aparecen cada vez que notan que hace falta su ayuda pero, hasta ahora, nadie los había visto. Siempre han estado ahí cuando gente a descubierto cosas para ayudar a otra gente y a su entorno y medio ambiente con ayuda de la tecnología. 4.- ¿Por qué los hemos descubierto hoy nosotros? GAMMUS nos dijo que nosotros los habíamos descubierto porque se despistaron con la hora en la que niños como yo podíamos, al fin, salir a pasear y se les hizo tarde para volver a su bosque cerca de Sierra Nevada y quiso quedarse con nosotros. Nos explicó como los Gammusinos ayudaban a la gente a hacer las cosas bien en estos días complicados, utilizando Internet y el resto de la tecnología en nuestros deberes y el trabajo. FIN Alejandro González, Mauro y Mª Ángeles

Mi primera aventura. Dentro de las lagunas que tengo en mi cabeza todavía recuerdo como si fuera ayer una noche de las muchas que fuimos de campamento mi familia y yo donde mi abuelo le estaba recordando a mi madre lo bien que se lo pasaban intentando cazar un animalito que le decían gamusino... Ellos recordaban entre risas lo bien que se lo pasaban lo cual a mí me provocó una imperiosa necesidad de intentar cazar uno de ellos. Entonces le dije a mi abuelo que por favor me enseñar a cazar gamusinos ,a lo que él respondió. De verdad quieres que te enseñe? Yo le dije claro que sí! Entonces me explico los pasos a seguir para poder cazar uno, los cuáles eran: 1. Vestirse con ropa de camuflaje. 2.ponerte piedras en los bolsillos ya que él decía que el sonido de las piedras golpeando entre si llamaba la atención de los gamusinos. 3. Ponerse botas camperas, y por último ser extremadamente sigilosos y silenciosos. Una vez que ya tuve todo listo salimos al bosque.vi moverse unos matorrales, y detrás de estos matorrales unos ojos diminutos rojos brillantes... Enseguida se lo dije a mi abuelo y fuimos a investigar que podría ser aquello que ví, me acerque a aquellos matorrales temerosa cuando estaba apunto de apartar las ramas y averiguar por fin que se escondía tras ellas , salió mi madre de un salto de entre las ramas y ella y mi abuelo se empezaron a reír a carcajadas , yo me lleve un gran chafón pero ahora recordándolo me doy cuenta que fué una gran noche y estoy deseando que mis hijos crezcan un poco para poder seguir buscando gamusinos junto a ellos.

Dentro de las lagunas que tengo en mi cabeza todavía recuerdo como si fuera ayer una noche de las muchas que fuimos de campamento mi familia y yo donde mi abuelo le estaba recordando a mi madre lo bien que se lo pasaban intentando cazar un animalito que le decían gamusino... Ellos recordaban entre risas lo bien que se lo pasaban lo cual a mí me provocó una imperiosa necesidad de intentar cazar uno de ellos. Entonces le dije a mi abuelo que por favor me enseñar a cazar gamusinos ,a lo que él respondió. De verdad quieres que te enseñe? Yo le dije claro que sí! Entonces me vuelo me explico los pasos a seguir para poder cazar uno, los cuáles eran: 1. Vestirse con ropa de camuflaje. 2.ponerte piedras en los bolsillos ya que él decía que el sonido de las piedras golpeando entre si llamaba la atención de los gamusinos. 3. Ponerse botas camperas, y por último ser extremadamente sigilosos y silenciosos. Una vez que ya tuve todo listo salimos al bosque.Entonces la sugestión hizo que hubiera unos matorrales moverse y detrás de estos matorrales unos ojos diminutos rojos brillantes... Enseguida se lo dije a mi abuelo y fuimos a investigar que podría ser aquello que ví, me acerque a aquellos matorrales temerosa cuando estaba apunto de apartar las ramas y averiguar por fin que se escondía tras ellas , salió mi madre de un salto de entre las ramas y ella y mi abuelo se empezaron a reír a carcajadas , yo me lleve un gran chafón pero ahora recordándolo me doy cuenta que fué una gran noche y estoy deseando que mis hijos crezcan un poco para poder seguir buscando gamusinos junto a ellos.

Cada año mi familia y yo ibamos a acampar a siete aguas en aquellas noche tan largas de risas acostumbrábamos a ir a cazar una cosa que se llamaba gamusinos que me dijo mi madre que eran unos animalitos que cuando los cazas te conceden un deseo pero que eran muy difíciles de cazar tienes que ponerte ropa de camuflaje, piedras en los bolsillos y unas botas que me venían súper grandes... nunca conseguí cazar uno pero ahora con 32 años que tengo aún desearía cazar un gamusino y poder pedirle mi deseo y ese sería que mi madre volviera para seguir la caza junto a ella.

Mi alegre y triste historia tiene un protagonista que, seguramente, no conozcas: Zumarraco. Mi mamá no me dejaba ir de excursión ni de campamentos ni a ningún sitio. Cada año me decía que era demasiado pequeño y que al año siguiente podría ir. Tengo sesenta años y no ha llegado la hora todavía. Para mamá los campamentos y las salidas en grupo eran tiempo perdido de estudio y un posible peligro. Gracias a esa semi-reclusión pude conocer a Zumarraco. Cerca de casa pasaba una acequia con un dedo de agua. Era un pequeño cauce de agua que no llegaba a cubrir los pies. Las orillas estaban siempre verdes y en las tardes de verano era un placer inmenso ir allí a comerme un bocadillo de tortilla, sentarme en el verde y meter los pies en el agua sin peligro alguno. Solía recorrer la acequia para arriba y para abajo. Me gustaba llegar cerca de una vaquería y ver a las vacas a lo lejos. En un pequeño recodo había zumarracas o puros. Los niños llamábamos así a una especie de juncos que tenían en su parte superior una almohadilla de colores. Una tarde un gamus delgado se sentó a mi lado. Era tan delgado y esbelto como las propias zumarracas así que le llamé “Zumarraco”. Le hizo gracia. Me contó que se había escapado de su tribu porque no le gustaba que los niños correteasen detrás de él. No le gustaba que le cazasen, aunque fuese jugando. Estaba harto de los gritos, de los empujones y de todo lo demás. Se marchó para jugar a su aire. Nos hicimos amigos. A veces construíamos pirámides con los juncos o collares. Otros días nos tumbábamos para mirar las nubes. Cantábamos a las vacas que estaban a lo lejos. Cantábamos a los perros que ladraban en las fincas que había por allí. Tarde tras tarde nos lo pasábamos de cine. Perdí excursiones con mis compañeros del cole. Perdí fuegos de campamento y muchas otras cosas, pero la Vida tenía un regalo mucho más importante para mis solitarias tardes de verano: mi amistad mágica y divertida con Zumarraco que sigo disfrutando...

La perfecta ilusión Apretaba el calor en Piedralaves. Un grupo de niños madrileños llegaba allí para disfrutar del campamento. Mil aventuras les esperaban: numerosas yincanas, elaborar manualidades y algo nuevo, salir una noche a cazar gamusinos. Este desconocido plan tenía al grupo de niños entusiasmado. Todos contaban el paso de los días deseando que el calendario marcase el día. El calendario, que estaba colgado en la puerta del comedor, marcaba que era la noche de la que tanto se había hablado; por fin todos sabrían qué era ‘La perfecta ilusión:la caza del gamusino’. Nerea y una amiga, eran las primeras en ver el calendario y darse cuenta de que había llegado el día de cazar gamusinos. Pletóricas cogieron el megáfono y anunciaron a todos que hoy irían a por los gamusinos que habitaban en el bosque. Esa noche,equipadas con sacos y palos, Nerea y el resto de niños, salieron al bosque a cazar gamusinos. Divididos éstos en grupos,comenzaba la caza. Nerea, Yoli, Carlos y Edu formaban un grupo. Ellos fueron a una zona llena de setos. Con miedo, Nerea y Carlos golpearon los setos para que los gamusinos saliesen y que Yoli y Edu los cazasen. Cuando ya llevaban casi la hora que tenían para dar caza al máximo número de gamusinos, deciden volver al comedor del campamento.Tanto Nerea como sus compañeros llegan tristes al campamento; sin embargo,los monitores llegan alegres y con los sacos llenos. Nerea y sus compañeros no entienden como lo han conseguido. Al ver el desconcierto y la tristeza de los niños, los monitores revelan el gran secreto que se esconde detrás de ‘La perfecta ilusión’. Todos se ríen y prometen que cuando sean mayores harán esto a sus hermanos pequeños e incluso a sus hijos.

Esta historia que vengo a contar es real y todavía nos reímos al mencionarla en las reuniones familiares. Corría el verano del año dos mil y yo era una adolescente veraneando en tierras salmantinas. Ese año, mis tíos me propusieron ir de acampada con ellos y unos amigos a las afueras de un municipio llamado Puente Congosto. Una de las noches, después de cenar, me preguntaron si me apetecía ir a por gamusinos. En mi vida había escuchado esa palabra, no sabía ni qué era ni cómo se buscaba. Según ellos, unos animalitos muy monos que campaban a sus anchas. Por supuesto, dije que sí. Si algo tenía era curiosidad. Nos pusimos en marcha. Me indicaron que para que salieran había que cantar muy alto: "A por gamusinos" una y otra vez, mientras ellos los cazaban y los echaban a los sacos que llevábamos. Ahí estaba yo, en mitad del monte bajo la luz de la luna canturreando la canción; mientras ellos los cogían provocando un sonido muy conocido y particular. Era inconfundible. Sonaba a piedras golpeando unas con otras. Yo seguí cantando, no iba a desvelar que me había dado cuenta de su plan, ellos siguieron llenando los sacos. Cuando nos disponíamos a volver a las tiendas porque ya teníamos suficientes me dijeron que yo tenía que llevar uno de los sacos. Quise verlos, pero me dijeron que se podían escapar, estaba muy oscuro y mejor los sacaban cuando llegáramos a las tiendas. Mi respuesta fue la siguiente: "Cuando saquéis las piedras que habéis metido, lo llevaré, mientras tanto podéis llevarlos vosotros". El camino de vuelta fue muy ameno, yo reía mientras ellos se echaban en cara unos a otros que habían hecho demasiado ruido. Con el paso del tiempo y la llegada de los Smartphones, una que es muy curiosa los buscó por Internet y mis dudas quedaron resueltas con la definición: animales imaginarios utilizados para gastar bromas, y ahora que soy madre, sé que la búsqueda de gamusinos volverá a repetirse, pero en este caso, la cazadora seré yo, más silenciosa, por supuesto.

El estudiante y los gamusinos Nunca olvidaré el año que hice tercero de bachillerato. Aquel curso aprobé todas las asignaturas. El premio fue trabajar los meses del verano. Otros chavales se iban a campamentos. Yo me conformaba con ir a la huerta de mi amigo a bañarme en su alberca. Aquel año había cumplido los catorce y, como no tenía que estudiar para septiembre, me pusieron de peón de albañil. Mi ocupación era barrer tejados y blanquear fachadas. Empecé un lunes a las ocho de la mañana y lo primero que hicieron fue mandarme a por los gamusinos. –Qué son los gamusinos –pregunté. –Ya lo sabrás. Tú vete a por ellos y di que vas de parte de Mariano. Cuando llegué al almacén, ya tenían el saco preparado. – ¿Tú eres el nuevo chaval que trabaja con Mariano? –Sí señor. –Aquí tienes el saco. No lo abras y ten cuidado de no golpearlo. Me ayudó a cargármelo e inicié la vuelta. Más de cien metros separaban el almacén de la obra. Tuve que descansar porque me dolía la espalda y se me doblaban las piernas. Al dejar el saco en el suelo, oí ruido de cristales. Lo palpé de arriba abajo, intentado adivinar su contenido y comprobar si se había roto algo. Parecían dos balones con una pieza suelta al lado. Tal vez son gárgolas y he roto la nariz de alguna, pensé. Asustado, desaté la cuerda para comprobarlo. Me quedé tranquilo. Al llegar, toda la cuadrilla me recibió con mofas. –¿Pesan? –No. –¿Quieres ver cómo son? –No. –Déjalos en ese rincón –dijo Mariano. Al día siguiente, aparecí en la obra con un bulto en el muslo. –¿Qué es eso? –preguntaron todos. –Un quiste de grasa, me lo quitan en septiembre. No me dolía, pero a veces simulaba cara de dolor para librarme de los trabajos más duros. Mi último día de albañil, me llamó Mariano. –Anda, estudiante, abre el saco que veas los gamusinos. Yo, haciéndome el tonto, lo abrí. –Perdónanos la broma. Mira, son dos botijos viejos rellenos de hormigón. –No se preocupe, jefe. El bulto que tengo aquí en el bolsillo es el pitorro de uno de ellos.

“Campamento de verano con gamusinos” Un día cansado, agotador, en un campamento de verano con todos mis amigos. Hablamos de hace ya bastantes años, un día los monitores decidieron contarnos historias de miedo y después investigar por el bosque a ver si algo de ello se podía convertir en realidad. 22 de Agosto del 2013, Rogelio, monitor del campamento de verano nos explicó una historia de gamusinos. Todos los niños y niñas estábamos muertos de miedo, sabíamos que esa noche no podríamos dormir, pero como con todas las historias, después teníamos que salir a investigar por el bosque. Cogimos todo nuestro equipo de investigación nocturna y fuimos todos en búsqueda de esos animalitos llamados gamusinos. Después de horas y horas buscándolos, no encontramos nada, y se rumoreaba de que por esa zona habían bastantes. Esa noche no pudimos dormir ninguno, fue la peor noche de nuestras vidas, teníamos muchísimo miedo y no nos dijeron que es un animalito de fantasía hasta el día siguiente. Fue un día angustioso pero a la vez un muy buen recuerdo, sin duda el mejor para recordar del campamento de verano.

Después de una eternidad encerrados en casa o algo más de un mes ya ni recuerdo, los niños vamos a poder salir a la calle. Papa ha decidido que el primer día de salida haría buen tiempo como para salir a pasear por el prado que hay cerca de casa. Me gusta la idea, me encanta jugar en esa zona con tanto espacio y tanta libertad. Mamá me ha dicho que puedo llevar conmigo un juguete y que mejor sitio para jugar con la pelota. Ya estoy listo, papá y yo nos ponemos en marcha. Una vez en el prado papá decide jugar conmigo a la pelota, algo muy raro ya que suele estar demasiado ocupado como para jugar conmigo. Papá decidido a ser el primero en lanzar falla y acaba enviándola al otro lado de donde nos encontramos. Pero de pronto le suena el móvil y me dice que vaya a recogerla. Para mi sorpresa y cuando fui a recoger la pelota vi que no tan lejos de mí el césped en un pequeño tramo parecía ser de otro color diferente, como de color naranja. Mire hacía mi padre que parecía ocupado atendiendo la llamada por lo que me decidí ir a comprobar que era esa desconocida y anaranjada cosa. En cuando mi dedo lo rozó, este salió rodando y se puso en pié. Para mi nueva sorpresa apareció como una bola de pelo que tenía piernas, brazos, ojos y boca. Me dirijo hacía él para saludarlo, pero se asusta y botando de un lado a otro desaparece. Me pongo a buscar por todos lados, desesperado..¡No me dijo su nombre!. Papá se acerca a mí y me dice que ya es hora de volver a casa. Le intento explicar a papá que ha ocurrido y de golpe entona una carcajada. Pienso que seguro no me cree como de costumbre... Pero papá acaba explicándome que posiblemente era un gamusino y que cuando él era pequeño, mi abuelo le contaba miles de historias sobre ellos.Extrañado por su respuesta, le pregunto más y más sobre los gamusinos y me promete que esta noche me contará todo lo que sabe sobre ellos. Y aquí estoy, en mi cama con el pijama esperando a papá ansioso por conocer más sobre mi nuevo amigo, "El Gamusino".

Otro verano más, en el campo de Vespella, un lugar poco habitado y muy asalvajado, como cada año, jugando y jugando sin parar, buscando amigos con los que poder jugar. Siempre pasando las vacaciones con mis abuelos, deseando que llegue la noche para que me lean ese famoso cuento que habla de los conocidos gamusinos, esos animalitos que siempre de bien pequeños nos han querido asustar. Yo era pequeña y cada día le cogía más miedo a esos animalillos que nunca supe como eran. Me encantaba escuchar como salía de la boca de mi abuelo ese famoso cuento inventado por él, que siempre tenía un final distinto, donde los gamusinos siempre eran el principal enemigo. Sé mil historias diferentes de ellos, y siempre me dijo de ir algún día a cazarlos, pero ese día nunca llegó, aunque sigo esperando poder transmitir ese cuento mejorado y poder decirle a mis nietos de ir a cazarlos juntos.

Aquellos años cazando gamusinos. En un pequeño pueblo de valladolid, todos los veranos nos juntábamos una cuadrilla de 10 chicos, en un determinado año, pues bien, todos de nosotros habíamos oido alguna vez aquella cosa que sonaba algo así como: gamusinos, que debía ser un tipo de bichejo que todos nuestros abuelos habían cazado. En mi caso en un determinado día me lancé a preguntar a mi abuelo que si me llevaba de caza de gamusinos y me dijo que por supuesto, pero antes me dió unos consejos que habría que cumplir, estos eran: vestirse con ropa verde para camuflarse, llevar 2 piedras en cada bolsillo y ponerse botas, además de llevar una linterna que alumbrase bien porque eran muy pequeños esta temporada. Pues bien cuando yo estaba preparado, sucedió algo extraño y a mi abuelo le habían comunicado que ya no había más, entonces mi gozo en un pozo. Me quedo con las risas de mi abuelo de ese día, algo muy bonito!

" El significado de una palabra " Cuando somos pequeños solemos hacernos un montón de preguntas sobre las cosas que vemos y escuchamos, el ser humano es inquieto por naturaleza. Un día escuché la palabra Gammus y le pregunté a mi abuelo que significaba. Entonces se dirigió a la estantería y sacó un libro de leyendas. Me explicó que la palabra Gammus hace referencia a unos seres mitológicos, me dijo que la lectura es la llave de la sabiduría y cada capítulo abre un comienzo para entender un montón de cosas pues siempre podemos aprender incluso de las historias más tristes. Desde entonces entendí que los libros abren las puertas hacia otros lugares extraordinarios porque la lectura es verdadera magia que nos transmite un montón de sensaciones, que cada libro, poema, novela puede dejar huella para siempre en nuestros corazones.

"LOS GAMMUS DEL ABUELO" ¡Hola a todos!, personalmente no he ido nunca a cazar Gamusinos, pero sí los recuerdo desde que era pequeña y pasaba mis vacaciones en un pueblo de La Mancha, en compañía de mis abuelos. Muchas veces el abuelo nos decía que nos iba a llevar a cazar Gamusinos. Cuando esto ocurría le cambiaba la cara, sonreía, se le iluminaba la mirada y por supuesto nos contagiaba a nosotros de su entusiasmo. Esto contrastaba con su personalidad muy seria y a veces estricta, para él lo más importante era el trabajo, el sacrificio y el bienestar de la familia. En aquel momento mi hermano (que era un poco mayor) y yo con unos 6-7 años nos imaginábamos verdaderas aventuras de "la caza del Gamusino". El abuelo no soltaba prenda al respecto, solo nos contaba que él había participado muchas veces. Cuando fuésemos teníamos que equiparnos bien: vestidos con pantalón largo y con calcetines sujetando las perneras por encima, manga larga, pelo y cara tapados con una gorra o un pañuelo y lo más importante un saco para poder guardarlos. Había que ir bien tapados porque los Gammus son muy traviesos y pueden colarse por cualquier parte y nos podrían hacer cosquillas o molestarnos. Además tendríamos que llevar un candil o carburo (era lo que se utilizaba en el pueblo cuando no había luz, no teníamos linternas). A la caza del Gamusino había que ir un día de noche cerrada (sin luna) y sin hacer ruido para no espantarlos. Nunca nos llevó, pero no hizo falta, lo disfrutamos igual solo con verle a él (que lo vivía y debió de pasarlo muy bien en su juventud con este juego). La abuela años después fue la encargada de desvelarnos el secreto (no lo voy a compartir con vosotr@s) queda reservado a l@s cazadores de Gamusinos. Años más tarde reviví la historia a través de mi hijo pequeño, pues su tío estuvo detrás de él y él detrás de su tío mucho tiempo para ir a esa caza tan divertida. Una tarde se vistió (era un poema verlo) pero esto queda para otro relato. Espero que os haya gustado.

Un día mi abuelo me dijo que en el monte había Gamusinos, unos seres mágicos que tienen varias formas y que son tan listos y traviesos que se convierten en varios tipos de seres diferentes(duendes,gusanos,ardillas...). Siempre están escondidos pero sus ojos son brillantes por lo que es mas fácil encontrarles de noche. Me dijo que cuando él era pequeño siempre llevaba una red y un saco para atrapar alguno¡Y que un día lo logró! pero cuando se lo fue a enseñar a sus amigos por arte de magia el saco estaba vacío. Y nunca nadie creyó que mi abuelo lo había visto. Así que un fin de semana que Jose el padre de mi amigo Nico me invitó a pasar un finde de acampada no me lo pensé,cogí mi red de pescar y un saco viejo que tenía mi padre y lo metí en mi mochila.Y de camino les pedí que me ayudaran a encontrar uno para llevarselo a mi abuelo.Ellos sin dudarlo aceptaron,aunque sé que Nico no me creía. Esa noche cogimos linternas,la red y el saco y fuimos a buscarlo,en silencio como había dicho mi abuelo. Cuando estábamos buscándolo vimos luces a lo lejos(era una luciérnaga). El padre de Nico me pidió la red y el saco y se alejó,no sin antes insistir en que no nos movieramos de allí. Cuando volvió,me dió el saco pesado(le metió piedras) y me pidió que no lo abriera hasta que llegáramos donde mi abuelo,para enseñárselo, y nos fuimos felices a dormir. A la mañana siguiente el saco estaba roto y vacío.Ante nuestra tristeza Jose prometió que volveríamos de nuevo a cazarlo y salimos temprano para contárselo a mi abuelo, que estaba sentado como siempre en su mecedora escuchando toda la historia.Nos abrazó a los dos feliz porque por fin alguien le creía y susurró un suave GRACIAS a Jose que miraba apoyado en el marco de la puerta la escena tan feliz como nosotros

He tenido la suerte de tener un padre que ha estado toda su vida ligado al mundo de los scouts, y siempre me ha dado rienda suelta a la imaginación contandome infinidad de historias, hasta tal punto que siempre me he podido imaginar lo vivido en su piel, incluso las más increíbles historias. Recuerdo cuando era pequeño y me contaba sus hazañas, aquel día en el que me habló de como aterrorizaban a los pequeños castores en los campamentos veraniegos. Lo primero que hacían los monitores era hablar a los pequeñajos de los gamusinos, de las fantásticas criaturas que son y el cómo encontrar uno iba a demostrar tu capacidad de sobrevivir en la naturaleza, ¡Los chicos estaban completamente emocionados!. Dado lo realmente en serio que se tomaba esto mi padre y sus compañeros, siempre escogían noches lluviosas para ir en búsqueda de los gamusinos, pero no nos adelantemos. Hasta que esa noche llegaba, los monitores se pasaban los días hablando acerca de estas criaturas, alimentando las ganas de los niños de encontrar uno. Una vez llegaba la noche, todo empezaba con una hoguera en grupo, como de costumbre, donde contaban historias de los gamusinos y los pequeños ya empezaban a asustarse... ¡Pero seguían con las mismas ganas o más de encontrarlos!. Al empezar la caza, se dividían en grupos, pasaban las horas como si fueran días para los valientes scouts, mientras que los monitores iban haciendo ruidos y usaban una tela rasgada y una linterna para hacer que el ambiente fuera más penetrante si cabe. Pero eso no era suficiente... Lo que hacían siempre era juntarse a las 2 de la madrugada en la hoguera, hacían recuento y... ¡Faltaba uno de los monitores!. Tras buscarle por todos lados este aparecía magullado y con la ropa hecha pedazos, como digo, se lo tomaban muy en serio. Después de eso, los castores no tendrían un gamusino, lo que tendrían es una historia que contar a futuras generaciones, así como a sus hijos y nietos. ¡Ojalá poder haber vivido una de sus historias!

La última tarde del último día de nuestra estancia en una granja-escuela, en un viaje con el colegio cuando yo tenía 7 años, nos preparábamos para recibir a un misterioso personaje del que los profesores y monitores nos hablaban todos los días. Nos decían que no era una persona, que no le tuviésemos miedo porque no tenía intención de hacernos nada y, lo más importante, que aprovechásemos la oportunidad porque no siempre deja que le vayan a ver y esta sería una de las pocas ocasiones que pudiésemos interactuar con uno de estos seres. Más tarde ese mismo día, cuando cayó la noche, nos dirigimos profesores, monitores y alumnos al bosque que rodeaba la granja para encontrarnos en sus adentros una misteriosa silueta sentada bajo un farolillo colgado de un árbol. El ser que nos esperaba no era nada más y nada menos que… ¡Un gamusino! Nos lo presentaron a la distancia para evitar asustarle (o más bien para no asustarnos nosotros). Este gamusino se hacía llamar Jaramillo y era uno de los pocos que sobrevivió a su caza masiva. Los monitores de la granja le criaron y cuidaron, así que, como agradecimiento, de vez en cuando iba a saludarles a ellos y a los niños que estuviesen visitando la granja. Jaramillo no hablaba nuestro idioma, pero sí lo entendía, así que para poder comunicarse con nosotros llevaba un gorro con un cascabel con el que podría responder a preguntas de “Sí” y “No”. Fue un hecho muy emocionante, aunque breve, sin embargo, por breve que fuese, es uno de esos pocos momentos que, aunque pasen los años, uno sigue recordando con cariño: el miedo a verle por primera vez, la emoción de poder hablar con él, la pena al verle marchar y la duda de si algún día podrás volver a verle o a él o a algún otro gamusino. Desde entonces, por desgracia, no he vuelto a ver otro, pero hay algo que a pesar de ello me consuela, y es que, como yo, otros muchos tuvieron la oportunidad de conocerle lo que significa que esta historia es común para muchos que en un pasado fuimos niños.

En un campamento de verano, una noche salimos con las linternas a buscar gamusinos. Andamos durante un buen rato por un camino y cuando nos paramos a descansar todos juntos, porque alguno de los iban tenía miedo, yo me separé unos metros para mear en el árbol más cercano. Según estaba en plena acción, muy rápido, salió un gamusino de detrás del árbol y me mordió en la pierna. Menos más que me di la vuelta, porque aún tengo la marca de la mordedura.

Cuando tenía 9 años, mi madre me llevó por primera vez a su pueblo. Nunca antes habíamos estado. Mis dos hermanos de 7 y 5 años, mi abuela de más años, mi madre y mi padre que conducía el Renault 4, recorríamos el camino de tierra que llegaba al pueblo. Cuando entramos en el pueblo, un grupo de niños corría detrás del coche. Yo no lo entendía, pero no dejaron de correr hasta que no paró el coche en la plaza, frente al ayuntamiento en construcción. Bajé del coche y como es normal, fui a buscar a los otros niños y les pregunte: ”¿Puedo jugar con vosotros? , se miraron los unos a los otros y me preguntaron: “¿Sabes saltar piedras? “ yo les contesté que depende de lo grande que fueran. Otro me preguntó si sabía lo que eran los “gamusinos”. Yo le dije que no. Ya era tarde y la madre de uno de ellos les llamó para ir a merendar. Entonces quedamos en ese mismo sitio, y me aconsejaron que volviese con una bolsa vacía y otra con unas piedras para lanzarlas a esos “bichos” que eran los gamusinos. Había que mantenerlos a raya, alguno de ellos mordía y te podía dar la “rabia”. Una hora más tarde me presenté con una bolsa de plástico que encontré en el coche y unas piedras como canicas que encontré en el jardín de una casa. Llegaron los chicos y fuimos a un pinar que había a las afueras del pueblo. Llegamos , se hizo de noche y cada uno se distribuyo por el pinar, con la consigna de gritar “¡¡¡GAMUSINOOOO!!!”, el primero que lo viera para ir todos a por él. Yo me quedé solo, pasaron 5 minutos, 10 minutos, media hora y a la hora, grité si alguien había visto algo, pero nadie contestó. Decidí volver a la plaza y me los encontré sentados en unos poyetes. Todos me miraban y me dí cuenta que me habían tomado el pelo. Cuando hemos sido mayores, y nos vemos en verano, tomando una cerveza, aún me recuerdan el primer día que llegué al pueblo de mi madre.

Una noche del campamento de verano de mi grupo scout, salimos a buscar gamusinos. Ese día hacía una luna casi llena que iluminaba el camino y todo lo que había alrededor. Como no teníamos bolsas, nos llevamos las fundas de los sacos de dormir, por si encontrábamos algún gamusino. Después de andar durante más de una hora, vimos a lo lejos una sombra que se movía alrededor de un árbol. Nos paramos y José Mari se acercó un poco y nos dijo que era la sombra de los arbustos que se movía con la brisa de la noche. Ya cansados decidimos volver. Entonces Lourdes, pegó un chillido, Ahí esta!!!! . LO he visto!!!, dijo, "parece que es grande y tiene las orejas puntiagudas, mirad allí!, en ese momento se oyó como un quejido y Marta salió corriendo ladera abajo. Todos que la vimos correr hicimos lo mismo. No importaban los matojos, las ramas, las piedras... Mi amigo "Chuscas" le llamabamos así porque le encantaba encender el fuego de la cocina y por la noches el del “fuego de campamento”, llegó con las piernas como “un cristo “ de las raspaduras. Algún otro pegó un tropezón y perdió la linterna, y todos llegamos con las fundas de los sacos vacías. Arturo decía que le parecía haber visto el gamusino corriendo detrás de nosotros pero no lo podía asegurar. Marta, que según bajaba, le seguía una sombra. Luego comprobamos, que era la suya. Algún otro decía que había visto “algo”, pero no sabría decir que era. Y el resto corríamos, porque corrían los demás. Lo cierto es que ese día volvimos con las bolsas, las fundas de los sacos de dormir, vacías y sin gamusinos. ¡Otra vez será... ! ¡Seguro que, sí.!